Dicen que los momentos de crisis ofrecen oportunidades a quienes saben verlas y se atreven a afrontarlas. Nosotras lo hemos hecho. Hemos logrado aprender y enseñar a utilizar la tecnología para encontrarnos, para charlar reunidas en torno a un tema común: la literatura. Rompimos barreras tecnológicas y psicológicas, y logramos organizar nuestra primera reunión virtual del club de lectura. Y lo mejor de todo es que hemos disfrutado haciéndolo, aunque esta vez no haya habido café ni infusiones.
Galdós y Marianela fueron los protagonistas de nuestro encuentro.
Conducidas por Rafa, comenzamos comentando la polémica que estos días había saltado a las redes sociales entre Muñoz Molina y Javier Cercas en relación a la figura de Benito Pérez Galdós y su valía. Un debate que no es nuevo, pero que vuelve a la actualidad en el centenario de su muerte.
Marianela es una novela costumbrista del siglo XIX, con expresiones que hoy nos suenan antiguas, a veces muy del norte, lo que nos «presta», y en la que abundan las descripciones. Con todo, una obra fácil de leer y aparentemente simple, que nos gustó
Galdós refleja en ella la situación política y social del momento a través del desarrollo de la relación amorosa entre Pablo, un joven invidente perteneciente a una familia acomodada, y Marianela, su lazarillo, quien lleva una existencia miserable acogida en casa de la Señana, una mujer mezquina e insensible que gobierna su familia con mano férrea, y quien la considera menos que a un animal de compañía.
En la obra el autor analiza la sociedad del momento a través de unos personajes en ocasiones llevados al extremo. Una sociedad en la que triunfa el paternalismo y la falsa caridad cristiana, con unas clases medias amorales, y los más pobres embrutecidos por el trabajo en las minas; pero una sociedad en la que comienzan a verse y a tener presencia las ideas regeneracionistas de «pan y escuela» a través del pensamiento de Teodoro, quizás alter ego del propio Galdós, y del padre de Pablo, quien da gran valor a la enseñanza. De él es la frase «No quiero que mi hijo sea ciego dos veces», referido a que este necesita que alguien lo instruya.
Con respecto a los personajes femeninos, aunque se considera a Galdós uno de los precursores del feminismo actual, sus creaciones femeninas siguen el rol de la época, y solo los hombres de la novela tienen ambición y deseos de mejorar. Incluso cuando Celipín anima a Marianela a escaparse con él para intentar conseguir una vida mejor, ella al final se rinde.
Durante toda la novela se debate el tema de la relación entre belleza y bondad. Pablo defiende que ambos conceptos se identifican, que la bondad tiene necesariamente que tener una apariencia bella, pero Nela, que se sabe fea e insignificante, sufre por ello, y el sufrimiento la lleva a la desesperación, y a su triste final. Una situación que no puede evitar Teodoro, que desde el primer momento intenta ayudarla, pero que solo consigue parchearla puntualmente. Quizás en este punto se le pueda achacar a Galdós el haber elaborado un final cobarde. Parece que se quitó de en medio a la protagonista, y con ella la superstición y la fealdad. Resolvió el conflicto de una manera tradicional y dejó a cada uno en su sitio. Aunque, quizás este sea un final realista, quizás el único final verosímil, más que cualquier otro. Pero, ¿qué mata realmente a Nela? ¿Se puede morir de amor? Buena pregunta…
Hemos elaborado una Guía lectura que recoge información sobre Galdós y Marianela.
Lo dejamos aquí pero, como dijo Celipín, seguiremos «Adelante, siempre adelante».