Quizá nunca llegue a ser feliz, pero esta noche estoy contenta
Sylvia Plath

Un día más, un día menos. Se suceden sin freno, sin pausa, sin demora, atropellándose, confundiéndose, mezclándose, avanzando inexorablemente hasta ese momento en que decides que ya no todo será todo igual, que harás cosas diferentes, que retarás al destino. La adrenalina inunda tu cuerpo y sientes cómo el aire llena tus pulmones de vida, de emoción. Esta vez no es ficción, no son las páginas de un libro ni las experiencias de un personaje desde la comodidad de tu sillón de lectura. Es la realidad. Eres tú poniéndote a prueba, traspasando tus propios límites, enfrentando el miedo, manejando tus emociones, demostrándote quién eres.
Ahí estás, en el lugar que has escogido y que vas a describir con cinco escuetas pero condensadas líneas, experimentando la plenitud de vivir al borde del abismo, con el tiempo apremiando y en compañía de otra persona con la que mantienes ese conflicto intenso y revelador de una nueva conciencia de identidad a través de un diálogo repleto de frases cortas, emociones enfrentadas, voces diferentes y marcadas, gestos y expresiones definidas que se difuminan en el espacio y en el tiempo, dejando atrás un reguero de incertidumbres y certezas.