TALLER DE CREACIÓN LITERARIA DE EL LLANO

La construcción de diálogos


Un diálogo es una conversación entre dos o más individuos en la que se expone sus ideas, pensamientos o emociones. Dentro de la literatura, los diálogos ayudan a aportar dinamismo al escrito y a caracterizar con mayor profundidad a los personajes y a la historia.
La importancia de los diálogo es tal en la literatura que incluso ha derivado en un género propio: el diálogo. Este constituiría una obra en prosa o en verso en la que dos personajes ficticios discuten para averiguar la verdad de las cosas. En este sentido, el diálogo es un instrumento cognoscitivo. Tuvo su origen en la Grecia clásica gracias al filósofo Platón. Este fue el periodo de máximo esplendor del género, pero tuvo un resurgimiento en otras épocas posteriores, como en el Renacimiento o en la Ilustración.

Consejos para escribir un buen diálogo

  1. Escuchar y observar cómo hablan las personas en la vida real: prestar atención a la realidad nos ayuda a interiorizar patrones de lenguaje, ritmos y estilos de comunicación diferentes.
  2. Conocer a los personajes: antes de iniciar la escritura del diálogo, hay que conocer a fondo al personaje que va a dar rienda suelta a esas palabras. Debemos saber, por ejemplo, su edad, su nivel educativo, su época, su pasado, su localización geográfica… Aunque todos estos datos no sean incluidos después en la historia, ayudan al escritor a crear un personaje poliédrico.
  3. Utiliza el diálogo para mostrar, no para contar: los diálogos pueden ser una excelente manera de revelar la personalidad, los sentimientos, los deseos y los conflictos de los personajes. En lugar de simplemente contar a los lectores lo que los personajes piensan o sienten, podemos utilizar el diálogo para mostrarlo a través de las palabras y acciones de los personajes.
  4. Dinamizar: se prefieren, en general, las frases cortas, las cuales aportan fluidez y ritmo. Esto no quiere decir que a veces se necesiten intervenciones más largas o complejas.
  5. Los estados de ánimo: los diálogos tienen que mostrar el estado anímico del personaje.
  6. Rompe los diálogos con acción: como ocurre en la vida real, mientras hablamos suceden otras cosas, por lo que es pertinente detener el diálogo para explicar qué ocurre. De esta manera, dotamos al texto de un mayor realismo.
  7. Evitar el «dijo»: es mejor usarlo lo menos posible, al igual que ocurre con los adverbios y las explicaciones innecesarias.
  8. Utilizar la puntuación correcta: en formato digital, los diálogos son introducidos por el guion largo.
  9. Evitar los diálogos redundantes o innecesarios: cada línea de diálogo debe tener un propósito claro y contribuir al avance de la trama o la caracterización de los personajes.
  10. Lee e interpreta los diálogos en voz alta: esto ayudará a identificar si las intervenciones suenan naturales y si fluyen de manera adecuada.

Ejemplo de diálogo


—Delirar deliberadamente —afirmó Julio con una sonrisa dirigida al techo— es un juego de palabras que, si me hubiera salido a mí, le habría sacado usted más punta. Por cierto, que tengo que contarle algo que quizá le divierta: el sábado se me ocurrió una idea para una novela en la que usted es uno de los personajes. Ya he empezado a escribirla. Se trata de un sujeto como yo que se analiza con un sujeto como usted y que se enamora de una mujer como Laura. Finalmente, Laura resulta ser la mujer del psicoanalista, o sea, de usted. A partir de esta situación, el relato puede evolucionar en varias direcciones.
—Enumérelas —dijo Carlos Rodó con un tono que había perdido un poco de la neutralidad habitual.
Julio enumeró brevemente las posibilidades básicas. Carlos Rodó añadió:
—Tengo la impresión de que ha omitido al menos una posibilidad.
—¿Cuál? —preguntó Julio.
—El psicoanalista y su esposa saben lo que ocurre; el paciente, no.
—¡Bah!, esa posibilidad la he descartado, porque yo, además del narrador, soy el protagonista y comprenderá que no iba a dejarme a mí mismo en ese lugar de imbécil. Por otra parte, desde un punto de vista meramente narrativo, esa situación no funcionaría. Sería inverosímil que un psicoanalista se prestara a ese juego, al menos un psicoanalista profesionalmente valorado, como usted, que se acerca mucho al personaje que pretendo describir en mi relato. Una situación como ésa podría darse en la vida, pero nunca en una novela.
—¿Por qué no?
—Bueno, la vida diaria está llena de sucesos inverosímiles que son buen material para las páginas de sucesos porque, aunque carecen de lógica, tienen a su favor el hecho de haber sucedido. Esos mismos sucesos, en una novela, parecerían falsos. Las leyes de la verosimilitud son diferentes en la realidad y en la ficción.

Fragmento de El desorden de tu nombre, Juan José Millás

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