CLA DE LA CAMOCHA "CON AROMA A CAFÉ"

El adversario, de Emmanuel Carrère

Para nuestra última sesión del año elegimos una impactante novela, El adversario, escrita por el francés Emmanuel Carrère, quien nos relata una escalofriante historia real que supuso un gran impacto para Francia en su momento.

El 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand mató a su mujer, sus hijos, sus padres e intento, sin éxito, matar a su amante y después darse muerte. La investigación que se llevó a cabo para esclarecer los hechos reveló que no era médico, tal como pretendía y, algo muy difícil de creer, tampoco era otra cosa. Llevaba mintiendo a sus seres queridos desde los dieciocho años acerca de sus estudios y su trabajo y a punto de verse descubierto, prefirió acabar con sus vidas a afrontar las consecuencias de sus actos. Por ello, fue condenado a cadena perpetua. Este libro narra esta escalofriante historia real que es un viaje al corazón del horror. El resultado es una obra excepcional que ha sido comparada con A sangre fría de Truman Capote, pero con la que se encuentran algunas diferencias, puesto que Capote pretendía ser objetivo, frío y omnisciente; por su parte, Carrère narra en primera persona y se implica en la historia. Capote pretendía hacer una crónica periodística en la que nada era inventado, pero que creaba escenas y conversaciones, engañando así al lector. Carrère cuenta lo que sabe y cómo lo sabe, siendo el foco más limitado puesto que el narrador no lo ve y oye todo, pero es más honesto y verosímil.

Emmanuele Carrère, ha tratado este hecho de la forma más rigurosa posible, tanto que se podría decir que nos encontramos ante un escritor desapasionado y frío. A través de entrevistas a los testigos y cartas al propio Romand, nos presenta de manera contenida y simple, sin llegar a dar explicaciones innecesarias, la oscura vida y mente de Romand, repleta de engaños, estafas y farsas, que mantuvo durante casi dos décadas.

Hay muchas obras que relatan un suceso real que es de tal importancia e impacto social que resultan simples relatos duros donde la literariedad, en caso de que exista, queda relegada a un plano muy inferior al esperable. En esta obra no es así, ya que hay una extraordinaria lectura de la condición humana y Carrère otorga humanidad a un relato real, que visto en los medios de comunicación solamente resulta brutal.

Emmanuel Carrère es un escritor, director de cine y guionista francés. Estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París, pero pronto comenzó a interesarse por el mundo del cine, sobre el que escribía críticas para diversas revistas. En el ámbito literario, logró un gran éxito con El adversario, novela de la que él mismo escribió el guion para su adaptación cinematográfica. Además, Carrère se ha encargado posteriormente de dirigir versiones de sus novelas para el cine. A lo largo de su carrera ha logrado diversos galardones como el Renaudot, el Femina, el Duménil o el Princesa de Asturias de las Letras en 2021.

Nos reunimos para comentar la novela a mediados de diciembre, en un ambiente ya pre-navideño, al que no faltaron nuestras integrantes «virtuales».

La obra nos impactó, pues nos supimos ante un relato de autoficción en el que se mezclan hechos reales con otros ficticios. Una narración que comienza con la explicación del autor de cómo inició el proyecto y lo difícil que le resultó la redacción de su primera carta dirigida a Romand, al protagonista de esta tremenda historia, que quiso fuera limpia, medida y neutral; y que, por otra parte, se convirtió inmediatamente en un recurso literario fundamental que captó nuestra atención y nos enganchó para seguir leyendo desde sus primeras frases.

Carrère se centra en los 18 largos años que duró la mentira del protagonista, un hombre que consiguió engañar incluso a sus seres más queridos durante todo ese tiempo. Centra el relato en este personaje, por el que se siente irremediablemente fascinado y al que, suponemos, ve como un gran fabulador, como otro «escritor» que cuenta su historia: la de una vida que nunca existió. Y nos preguntamos cuál es la finalidad de Carrère, qué pretende con el relato. Quizás, pensamos, intente comprender las razones de Romand, o quizás quiera, como nosotras, entender por qué prefirió matar a dejar que se conociera la verdad. Suponemos que no podía soportar que sus seres sufrieran al descubrir al «adversario», al Satán que llevaba dentro. O mejor, prefirió asesinar a sufrir la crítica de su familia y amigos en el momento en el que se conociese la verdad. Porque Romand es un ser egocéntrico y egoísta, un cobarde y un asesino que mata a su propia gente: un psicópata que se inventa y reinventa en personajes con los que se viste y a los que interpreta según sus necesidades, parasitando una y otra vez su propio cuerpo, hasta su penúltima creación: el religioso en el que se transforma durante sus años de prisión, donde parece que llega a ser feliz.

La obra impacta y desasosiega por igual. El autor quiere contar la historia de Romand desde el punto de vista del protagonista, y quiere contarlo sin enjuiciarlo. Pero ¿cómo hacerlo? Para ello reconstruye toda su angustia sin entrar en valoraciones y sin profundizar. Va dando pinceladas de sus sentimientos, pero guarda las distancias. Nos hubiera gustado que «abriera» a Romand por dentro, como lo hizo consigo mismo en su otra novela: Yoga, en la que se expone totalmente. Pero en El adversario Carrère no quiso o no pudo hacerlo. No consiguió penetrar el alma del personaje: no supo llegar a descubrir su verdadera personalidad. Aunque el propio Romand parece que tampoco ha sabido nunca quién es en realidad. Sus psiquiatras responden a esta cuestión en la página 143 de la obra, donde dicen:

«Le será para siempre imposible… ser percibido como auténtico, y él mismo tiene miedo de no saber nunca si lo es».

La obra es, sin duda, un libro muy particular. El personaje protagonista es tan atroz que, creemos, el autor no tiene mucho más que inventar para crear la historia, pues si no hubiera existido, si la narración no se hubiera basado en un hecho real, sin duda nadie la hubiera creído. Y conocer los acontecimientos sucedidos con anterioridad a la lectura nos ha permitido fijarnos y centrarnos en los detalles y en la increíble construcción de la «posverdad» del protagonista.

Entendemos que Carrère se sienta intrigado por Romand, por su patología. Pero sin duda lo que de verdad le intriga no son sus crímenes, su maldad, sino su soledad y el aislamiento y la incomunicación de todas aquellas horas infinitas en las que durante tantos años finge se otro e ir a trabajar. El resto no le preocupa. No le importan los demás personajes, ni investiga la infancia del protagonista. Solo se interesa por el «adversario«, por ese otro yo que todos tenemos pero que afortunadamente solo a unos pocos les lleva a matar.

Existen dos películas que tratan el mismo tema: El adversario basada en la obra de Carrère dirigida por Nicole García, y la española La vida de nadie del director Eduard Cortés. Ambas muy interesantes y totalmente recomendables para ver este año que ahora comienza.

¡Feliz 2022!

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Lo que a nadie le importa, de Sergio del Molino

En esta sesión del mes de noviembre hemos comentado la novela Lo que a nadie le importa, del madrileño Sergio del Molino. Nos encontramos ante una obra que es histórica, ya que reconstruye la evolución del país en los últimos ochenta años, pero que al mismo tiempo es una memoria familiar centrada especialmente en el abuelo materno del escritor y una autoficción en la que el autor se retrata a sí mismo en el momento de escribir, pero en especial como nieto de su abuelo con una serie de parecidos y contrastes.

Lo que a nadie le importa

«Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos». Con esta cruel sentencia dirigida hacia su mujer, el octogenario José Molina rompe en su lecho de muerte un silencio que ha mantenido férreamente durante décadas. Esta frase impresiona a su nieto de diecisiete años, que por primera vez intuye que detrás de ese abuelo huraño, seco y tosco se esconde un pasado de cicatrices y miedos. Años más tarde, siendo su nieto ya adulto, intentará encontrar lo que nunca se dijo y descubrir de qué están hechos sus propios silencios. José Molina creció en los años veinte rodeado de telas y mujeres en un antiguo comercio textil. Su juventud se quebró por la guerra y por una familia hecha de susurros, supersticiones y maldiciones femeninas. Se pasó la vida luchando, primero como recluta del bando nacional y luego como dependiente en una tienda llamada El Corte Inglés, a la que vio transformarse en un imperio, en el Madrid de Celia Gámez. Lejos de ser un héroe, acabó por convertirse en uno de tantos supervivientes.

Como se puede ver, la fecha central de la vida de José Molina es la de la batalla del Ebro, que tuvo lugar durante la Guerra Civil. Este suceso supuso un antes y un después en su vida, llevándolo a trasladarse a Madrid y a guardar silencio durante largos años. Esta novela costumbrista nos cuenta con un lenguaje embellecido en busca de la frase perfecta el pasado y el presente de un hombre cuya dura vida retrata una España de temores y supersticiones, una España oscura, pero en la que se mezclan curiosas anécdotas, relaciones interesantes y personajes muy atractivos.

La duda que se plantea es si nos encontramos ante una novela testimonial, si la historia que se cuenta es la historia real del abuelo del autor, pero en realidad esto no tiene mucha importancia puesto que lo real es que esta historia podría haber sucedido así.

Sergio del Molino es un escritor y periodista español nacido en Madrid en 1979. Ha colaborado para diversos medios, como el Heraldo de Aragón, la radio y la televisión autonómica de Aragón y diversas revistas culturales. Además de Lo que a nadie le importa, ha escrito novelas como La mirada de los peces y No habrá más enemigo, además del ensayo La España vacía, ganadora del premio de los Libreros de Madrid al Mejor Ensayo y del Cálamo al Libro del Año. También ha conseguido otros premios de gran relevancia, como el Premio Ojo Crítico y el Tigre Juan por su novela La hora violeta.

La sesión

Nuestra impresión después de leer la obra es buena. El relato es interesante, aunque no acabamos de entender totalmente los motivos que llevaron al autor a escribirlo. Con Lo que a nadie le importa Sergio del Molino ha creado una novela íntima y personal: una «autoficción» en la que cuenta la vida de su abuelo; una historia construida llenando y recreando todos sus silencios, para, creemos, entenderlo y también entenderse a sí mismo. Un homenaje con el que, sin embargo, no consigue, a nuestro parecer, trascender lo personal y universalizar la historia.

La frase inicial con la que comienza la novela: ese «Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos» es absolutamente impactante. Es un comienzo muy bueno, pero no vemos que a lo largo de la narración esa orden tremenda lanzada por José Molina en su lecho de muerte se explique ni justifique, y no se sostiene dentro de la estructura narrativa. Además, nos preguntamos si es coherente con el personaje que la pronuncia. Destila odio y desprecio, así como una absoluta falta de amor por su mujer, pero no se explica la razón que lleva al personaje a pronunciarla. Por eso, desde nuestro punto de vista es una frase fallida que entendemos como un recurso narrativo para captar y mantener la atención del lector.

Otra incógnita que se nos plantea, y que creemos no resuelve la narración, es el título de la obra. ¿Qué es lo que a nadie le importa? ¿Se está hablando de memoria histórica? ¿Se llega a plantear en ella ese debate? Esto quizás daría para otra reunión…

El tema central de la novela es el silencio: el silencio del héroe español encarnado en el mutismo voluntario y férreo del protagonista. Un hombre que luchó en la Guerra Civil en el bando ganador, pero que tomó la decisión de cerrar los ojos. No quiso ver, solo olvidar y seguir hacia adelante, como también lo hicieron muchos de nuestros abuelos para quienes «solo hablan de la guerra aquellos que no la han vivido». Un silencio que nos recuerda a aquel callar férreo y opresivo de La casa de Bernarda Alba. Porque todo en José Molina es silencio: también con su mujer y con su hijo, y su decisión es reflejo del tratamiento que los españoles hemos hecho de nuestra propia historia. Porque la Guerra Civil y la posguerra es un tiempo que no nos gusta, ni a vencedores ni a vencidos. Es un período que ni siquiera se estudia con suficiente profundidad en la escuela o en la universidad, y del que no se puede y no se quiere hablar. Un tiempo que es necesario ocultar y olvidar. Lo que contrasta notablemente en la obra con la naturalidad y «luminosidad», incluso orgullo, con la que esto mismo se trata en el seno de la familia francesa del autor.

La historia se cuenta con un lenguaje muy rico, al tiempo que duro y cruel, lleno de resentimiento y tristeza. Un análisis intimista y agrio que el autor hace desde las entrañas, y que expone sin edulcorar, cargado de imágenes intensas y hermosas diseminadas a lo largo de todas sus páginas. Frases que invitan a la anotación y a la relectura, pero que en ocasiones también se perciben como sentencias, y la propia narración como texto al servicio de las mismas.

Durante la reunión hablamos también de los otros temas planteados en la novela: el amor del protagonista por la naturaleza y por su pueblo natal, o la impactante lucha que mantiene con su propio cuerpo, y que nos trasladó a otra de las obras de Sergio del Molino: La piel, cuyo protagonista sufre de psoriasis. Y también hablamos de los personajes: del hijo del protagonista, o de su mujer, infantil y caprichosa, incluso histriónica hasta en el momento de la muerte de su marido.

Aunque muchas cosas quedaron en el tintero, la reunión dio para mucho, y, como siempre, el encuentro y la conversación sobre el autor y su obra nos hizo disfrutar doblemente de la lectura.

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«La sima» de José María Merino

Ayer tuvimos la primera sesión del club de lectura de esta nueva temporada 2021/22. Teníamos muchas ganas de vernos y de hacerlo en persona así que fue muy agradable. También teníamos a tres componentes del club en sus casas, una de ellas Montse recién incorporada, también Blanca y Susana, desde Barcelona.

Fue por tanto una sesión híbrida, presencial y online, pero a pesar de los medios y los esfuerzos, quienes estaban conectadas con sus dispositivos no pudieron disfrutar ya que la «tecnología» no funcionó correctamente. Por suerte, nosotras si pudimos escuchar sus comentarios y todos ellos coincidían con los del resto de participantes, La sima es una novela maestra sobre la Memoria Histórica en la que el presente resulta por momentos demasiado cercano… Rafa nos desgranó la obra hablándonos de su estructura y de sus personajes y fuimos una a una participando en la tertulia y aportando comentarios, vivencias y relacionándolo en ocasiones con lo que acontece en esta novela que de manera unánime calificamos de actual, realista y muy bien escrita. Tras su lectura, sentimos que conocemos un poco más de la historia de nuestro país, incluidas las guerras carlistas de las que casi no sabíamos nada y también de las motivaciones de los españoles, sus protagonistas. En ella muchos de los fantasmas del autor son traídos a estas páginas que nos sorprendieron por su vivacidad y que terminan con un final diferente y original. Para algunas de nosotras, a quienes no nos dio tiempo a leerla entera, hubo un poco del lógico «spoiler» pero mereció la pena escuchar todo lo que se dijo. Términos como buenismo, cainismo y fraticidido, equidistancia e ideas como la defensa de la concordia, la influencia del pasado y las relaciones entre historia y ficción nos sirvieron para centrar el debate en esta primera tarde de reunión. Os dejamos aquí el enlace del mapa de lectura

La historia está contada por Fidel, un hombre joven que llega al pueblo que conoció en su niñez para estar presente en la búsqueda de los restos de los asesinados en la Guerra Civil. Casualmente, según los habitantes del pueblo, esos cuerpos fueron arrojados a la sima de Montiecho por orden del abuelo del protagonista, por lo que será el momento adecuado para averiguar si es cierto o no. La trama permite un estudio de las guerras fraticidas que han golpeado España a lo largo de la historia, especialmente los sucesos que tuvieron lugar en la Primera Guerra Carlista y en la Guerra Civil, acontecimientos en los cuales se centra la tesis doctoral que está llevando a cabo Fidel. La tesis que sustenta el protagonista es que para llevar a cabo una verdadera reconciliación de tan trágicos sucesos se debe enterrar adecuadamente a los muertos de ambos bandos, algo bastante complicado puesto que en su momento los cuerpos fueron enterrados en cunetas, tapias de cementerios, simas… Por otra parte, su tesis también se apoya en que el odio es un elemento intrínseco de nuestra historia, lo cual se ha visto reflejado en todas las guerras a lo largo de los años.

Escrita en primera persona, la novela tiene una gran vivacidad, incluso en los momentos más reflexivos y lentos de la acción. La trama se mueve en tres tramos diferenciados, algunos de ellos temporalmente, pero ligados en todo momento por los acontecimientos. El primero tiene lugar hace aproximadamente diez años y cuenta la situación vital del protagonista y sus motivaciones para llevar a cabo la tesis doctoral; en el segundo se narran recuerdos de su vida, pasando por algunos de los más importantes como su infancia, la muerte de sus padres, su adolescencia, sus desatinos sexuales con su prima y lo que esto conlleva… Por último, el tercer plano se centra en el diálogo interior que mantiene Fidel con diferentes personalidades: con la doctora Valverde, encargada de tratar su depresión, el profesor Verástegui, director de su tesis doctoral y con don Cándido, profesor que tuvo en su adolescencia y que se convirtió en mentor y fuente de consejos.

La sima es pues una novela actual, minuciosa y rigurosa. En ella, Merino confirma su interés por la búsqueda de la identidad a través de la memoria y muestra una obra que rompe las barreras de los géneros para mostrar la narrativa como un proceso para esclarecer la realidad que no se parece a ningún otro.

José María Merino nació en La Coruña en 1941. Se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid, profesión que ejerció en el despacho familiar y posteriormente en el Ministerio de Educación y colaboró con diversos proyectos de la UNESCO para Hispanoamérica desde el año 1976. Se inició en el mundo de la literatura con el poemario Sitio de Tarifa (1972) aunque la mayor parte de su obra literaria se haya desarrollado en el campo de la narrativa y del microrrelato. Su primera novela, Novela de Andrés Choz fue publicada en 1976. Entre 1987 y 1989 dirigió el Centro de las Letras Españolas del Ministerio de Cultura. Asímismo, es patrono de la Fundación de la Lengua Española, presidente honorífico de La Fundación Libro Infantil y Juvenil Leer León y académico de la Real Academia Española.

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La lluvia amarilla, de Julio Llamazares

En la entrada de hoy os traemos La lluvia amarilla, novela del conocido guionista de cine, narrador y poeta español Julio Llamazares. La obra es un monólogo de Andrés, el último habitante de Ainielle, un pequeño pueblo abandonado en el Pirineo aragonés. Refugiado en las ruinas de un pueblo fantasma, su anciana mente rememora el tiempo compartido con su esposa y a todos los amigos y vecinos que han fallecido o se han mudado a la ciudad.

La narración comienza en un punto curioso, ya que Andrés se encuentra esperando a alguien y mientras tanto ocupa la espera evocando recuerdos del pasado. Durante su narración veremos que la atención se centra en el inexpugnable paso del tiempo que acaba con todo a su paso. Esto se ve reflejado en el protagonista y en Ainielle, donde las casas se encuentran en un evidente estado de deterioro y podredumbre y el hombre se encuentra en los últimos momentos de una larga vida. Pese a ello, Andrés no quiere abandonar el pueblo puesto que ha pasado toda su vida allí y es lo único que ha conocido. Nació allí y allí quiere morir. No es capaz de comprender a todos aquellos que dejaron Ainielle para irse a la ciudad, para buscar una vida mejor. Entre ellos su primogénito, el único hijo que le quedaba que se fue en busca de una nueva vida dejando todo atrás, incluidos sus padres, algo que Andrés, con su visión del mundo y su fidelidad a lo que siempre ha conocido, nunca llegó a entender.

Conforme avanza la narración nos damos cuenta de que a quien realmente espera el protagonista es a la muerte y que su relato finaliza con ella, poniendo fin a la vida del hombre y a la del pueblo. De hecho, se puede ver cierta similitud entre Andrés y Ainielle. Andrés ha ido perdiendo poco a poco a todos sus seres queridos y el pueblo ha ido perdiendo a sus habitantes. Andrés se encuentra deteriorado por la edad, de la misma forma en que lo están las casas del pueblo por el abandono. Cuando termine su vida, Ainielle se quedará totalmente vacío, hasta que el paso del tiempo lo haga desaparecer, como si nunca hubiese existido.

Esta novela recuerda bastante a Pedro Páramo, escrita por el mejicano Juan Rulfo. En ambas destacan como temas principales el abandono, la soledad, la nostalgia, el recuerdo y la muerte, sobre todo esta última como algo que impregna totalmente la narración.

Julio Llamazares, autor de La lluvia amarilla, es conocido por su carrera como novelista, poeta y periodista, ocupaciones por las que abandonó el ejercicio de la abogacía. Su fama como novelista surgió a raíz de la publicación de su primera novela, Luna de lobos, y su carrera como poeta surgió con La lentitud de los bueyes. En toda su obra se remite asiduamente a sus viajes y a su origen leonés y se percibe una enorme sensibilidad a la naturaleza y hacia un modo de vida que tiende a desaparecer. Se caracteriza también por el intimismo, el uso preciso del lenguaje y por unas descripciones extremadamente cuidadas.

Durante la reunión todas coincidimos en que la novela es un ejemplo de prosa poética, muy lírica, donde cada una de las palabras cuenta. Una historia impactante y sobrecogedora que encarna la realidad del abandono y muerte de muchos pueblos de la «España vacía» de Sergio del Molino, en la que el autor cuenta el proceso de desaparición no solo de un lugar, sino también de una forma de vida que ya no tiene cabida en la actualidad.

La historia sobrecoge y angustia, aunque en ella apenas hay acción, lo que demuestra la maestría del autor para mantener en todo momento la tensión. Todo se cuenta con un monólogo magistral en el que el final está anunciado desde el primer momento. Lo que sucede ocurre en la mente del protagonista mientras espera en un ambiente de infinita soledad. Una avance implacable hacia la locura y la muerte, con una segunda parte absolutamente delirante e intensamente onírica.

La obra nos recuerda a la película Sin perdón de Clint Eastwood, y a una de sus frases inolvidables: «Matar a un hombre es algo muy duro, le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener». Porque cuando alguien muere, el último vecino de un pueblo en este caso: una persona que nació y vivió en él pero que ya apenas existe, con ella desaparece también el futuro y la memoria colectiva. Lo que nos resulta inexplicable es su decisión inquebrantable de quedarse. La respuesta quizás sea que no tiene elección… ni esperanza. Sería una traición, una deslealtad inasumible. Él mismo lo dice: «de aquí no se va nada«, ni su mujer, ni la perra, su fiel compañera. Se considera parte de la tierra, su guardián y custodio, y la ruina del pueblo es su propia ruina. Una decadencia simbolizada en el amarillo -el color del oro pero también del óxido y lo marchito- que, en una sinestesia continua, se va apoderando poco a poco e inexorablemente del libro.

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La vegetariana

Hacer preguntas, eso es para mí escribir. No escribo respuestas, simplemente me afano por redondear las preguntas, trato de permanecer mucho tiempo dentro de ellas. De rodillas, arrastrándome otras veces, espero llegar hasta el final, hasta el centro (aunque sea imposible). Esta novela es también una pregunta imposible. La vegetariana de Han Kang

Cuando estábamos leyendo esta novela, Vinda nos compartió en el grupo de Whatsapp esta imagen con el siguiente comentario «Así se siente la protagonista del libro que estamos leyendo». Todas asentimos porque sabíamos a qué se refería y es que, La vegetariana no es una novela sobre alguien que abandona el consumo de carne y pescado. En realidad es la historia de una mujer que se ha desligado de todo lo que implica el animal humano, su violencia, su canibalismo y su intolerancia, hasta convertirse en un ser enteramente vegetal.

Sabemos que las apariencias engañan o, como dicen los ingleses, don’t judge a book by its cover  no debemos juzgar un libro por su portada; y añadimos, a veces, tampoco por su título. Es el caso de La vegetariana de la autora surcoreana Han Kang una novela que va más allá de las preferencias alimenticias de su protagonista, las cuales son sólo un desencadenante que sirve como pretexto para explorar otros temas a través de una narrativa impactante y eminentemente psicológica.

Estructuralmente, La vegetariana se divide en tres capítulos, contados por cada una de las personas más cercanas a la protagonista: su marido, su cuñado y su hermana. Así, la repentina transformación del personaje principal, la joven Yeonghye (a quien sólo oímos en breves pasajes oníricos), nos llega principalmente a través de lo que piensan de ella quienes la rodean. La novela requiere, por tanto, un lector activo: a medida que avanzamos por sus páginas tendremos que involucrarnos para desentrañar las contradicciones de cada una de las visiones particulares que se remiten en sus tres capítulos, reconstruyendo con ellas la imagen de Yeonghye y sus posibles motivos para renunciar a comer carne de la noche a la mañana. Asimismo, durante este proceso de lectura y reflexión se nos induce a pensar sobre los temas centrales de la novela, preguntas sobre la violencia o la conciencia colectiva que la autora formula con esta historia y que inevitablemente se nos plantearán a nosotros también.

Perteneciente a una familia muy ligada al mundo de la literatura, Han Kang es una autora ya reconocida, como demuestran sus múltiples obras y premios. Aunque La vegetariana no sería traducida al español hasta hace poco, la obra fue publicada en su versión original en 2007, y desde entonces su autora ha escrito varias novelas más. Entre ellas, sólo otra, Actos humanos (2014), llegó a las librerías nacionales en 2018, pero en Corea ya ha publicado un total de ocho, además de varios relatos cortos y escritos en otros géneros como ensayo y poesía.

Pincha en la imagen para acceder al mapa de lectura

En nuestra última reunión virtual, Rafa nos cuenta muchas cosas sobre la cuidada edición de esta obra resaltando aspectos gráficos en los que la mayor parte de nosotras no nos habíamos fijado: una imagen de la escritura en el idioma original, una foto del lugar donde fue escrita la novela, la cita de todas y cada una de las personas que intervienen en el proceso de edición, la presencia del nombre de la traductora en la cubierta, etc. Así sabemos que esta es una característica de las ediciones de la editorial Rata y podremos fijarnos en ello a partir de ahora. También nos introduce al comentario de la novela incidiendo sobre su originalidad en relación a como está contada la historia ya que la protagonista no tiene voz y son personas cercanas a ella, su marido, su cuñado y su hermana, quienes nos hablan de su transformación.

Y entonces empieza la ronda en la que todas tenemos algo que decir. Chelo se declara encantada con su lectura y habla de la hermosa edición y de su estupendo prólogo. Maribel, a quién gustó y removió la novela a partes iguales, considera a la protagonista como una verdadera activista. Vinda nos habla de la huella que ha dejado en ella esta lectura a la que cree, no va a olvidar facilmente. Rafa recibe una pregunta de una de nosotras (que en realidad nos hicimos muchas) ¿crees que los hombres leéis esta obra igual que lo hacemos las mujeres? Él dice no tener respuesta porque solo tiene una versión de los hechos y la ronda sigue. Esta vez es Gabrielle a quien La vegetariana le ha parecido una obra de primera y dice haber descubierto una imagen distinta de Corea del Sur. También a Choni le gustó mucho y le provocó un montón de emociones. Coralia resalta la magnífica traducción de Sunme Yoon y Joaquina dice haber sufrido y disfrutado con su lectura como hacía tiempo.

Susana, ya sabéis desde Barcelona, nos aporta su punto de vista y nos muestra las ediciones de la novela en catalán y en español. Su comentario es más bien una batería de preguntas que se resumen en una: ¿es la muerte de la protagonista una alternativa válida? También Blanca se plantea muchos interrogantes y es crítica con la forma de actuar de Yeonghye cuya «anorexia» afecta enormemente a personas que la quieren, como su hermana, y ello parece no tener cabida en esta historia…

La vegetariana da para mucho, no hay acuerdo en su análisis ni unanimidad a la hora de interpretar las motivaciones de la protagonista y del resto de personajes. Pero esa es precisamente la grandeza de esta obra ya que no hay una sola novela, hay tantas como lectores y en esa ambivalencia, versatilidad y en sus múltiples y contradictorias lecturas radica la genialidad de esta obra.

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El tiempo de inocencia de Carme Riera

En nuestra lectura del mes de marzo volvemos la vista al territorio nacional con Tiempo de inocencia de Carme Riera quien, a su vez, regresa a su infancia en esta obra en la que recoge sus vivencias en la Mallorca de los años cincuenta.

«La Mallorca que muestran estas páginas se parece poco a la actual. Los cambios acaecidos a partir de los años sesenta, con la llegada masiva de turistas, modificaron la fisonomía de la isla. Donde había algarrobos, olivos, almendros o pinos se sembraron hoteles, bloques de apartamentos, tiendas de suvenires. Crecieron desvaríos de cemento armado.  Dejar constancia escrita de aquella época me ha permitido, en gran manera, recuperarla».

«Para bien o para mal, hay muy pocas cosas de mi vida que no tengan su punto de partida en la infancia».

La novela es tanto un recorrido por la infancia de la autora como lo es por la Mallorca de mediados del siglo pasado, y en el que todo se nos cuenta a través de los ojos de una niña. Así, a lo largo de sus páginas asistimos por ejemplo a las inquietudes que en ella despiertan sus primeras lecturas, los temores y fantasías que le inspiran las historias de su abuela, o las prohibiciones que le imponen sus padres y la sociedad de la época. Contando estas y otras experiencias, la autora reconstruye, desde sus recuerdos personales, un mundo infantil ya desaparecido; al mismo tiempo, nos permite revivir también otro periodo perteneciente ya a la memoria nacional colectiva, en tanto que describe el panorama de la vida familiar mallorquina en la España del siglo XX, en plena época franquista.

Además de su trayectoria como escritora, Carme Riera es catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro de la Real Academia Española. Entre sus novelas, ampliamente reconocidas por la crítica y traducidas a varias lenguas, destaca por ejemplo Dins el darrer blau, por la que ha sido premiada en varias ocasiones. Así mismo, entre su producción se encuentran varios ensayos, y numerosos artículos de prensa como los que escribe para La Vanguardia.

Durante la reunión, quienes participamos en ella apreciamos la austeridad del lenguaje preciso y las palabras muy escogidas con que la autora relata los que fueron sus primeros 10 años de vida, que transcurren en el mundo rígido y solitario de una «possesió» mallorquina, esencia del gran poder rural de la época; en un ambiente erudito, alejado de las demás clases sociales, donde aquella niña vive entre el miedo y la culpa -productos ambos de una estricta educación religiosa-, el frío intenso del invierno, los sabañones y la oscuridad, y también las carencias comunes a otras infancias, aunque para nosotras las suyas no lo fueran tanto. Un momento que la autora revela de una inmensa soledad que conmueve, en la que su madre está ausente y también sus hermanos, destinados a otra educación, mucho más allá de las «ciencias del adorno» pensadas para ella, y a otra vida, mucho más rica y libre.

Es una novela agradable, fácil de leer que, sin embargo, no transmite gran emoción. Algo que impidió que conectáramos con la historia como nos hubiera gustado, quizás porque la autora pasa demasiadas veces de puntillas y no se para en situaciones que lo merecen. Con todo, tiene escenas de humor y detalles que gustan como cuando habla de que los cipreses «cantan», el desagrado que la pequeña siente por los espejos en los que ve reflejada su supuesta fealdad, o su miedo a que le crezca bigote como a su padre, de tanto parecerse a él. Lo que nos recordó a la película Las niñas dirigida por Pilar Palomero. Por otra parte, sorprende la ausencia de temas como la guerra civil o la posguerra tan importantes en la época en la que se desarrolla la historia, quizás por la necesidad de sus personajes de ser pragmáticos, continuar y dejar todo ello atrás.

La obra carece de trama, y más que una novela es la crónica de una niñez que la autora escribe y dirige a su familia, en especial a su nieta recién nacida. Nuestra patria es nuestra infancia, dice Rilke. Los años de la niñez son determinantes, y creemos que la autora pretende generalizar esos recuerdos, pero no llega a conseguirlo. Es por ello que consideramos la obra una novela fallida, porque ese dirigirse a un público tan concreto resta emoción y «enfría» el relato, y porque no logra universalizar esa infancia y esa Mallorca idealizada que relata, como sí lo consiguen novelas como la ganadora del Café Gijón 2019, West End de José Morella, ambientada en la Ibiza de los años 60-70. También yerra, desde nuestro punto de vista, al elegir la voz narrativa. Es la niña la que cuenta la historia, pero lo hace como adulta que recuerda sus sentimientos infantiles, y eso choca.

El epílogo nos gustó mucho, aunque parece una contradicción con el resto de la obra, pues en él Carme Riera muestra su nostalgia por un tiempo ya perdido, que sin embargo recuerda infeliz.

Y finalizamos la reunión hablando de la traducción. El libro está escrito originariamente en mallorquín y traducido por la propia autora al castellano, algo muy poco común entre los escritores, que no suelen ser partidarios de la autotraducción, que dejan en manos de especialistas en la materia. Una de nosotras se atrevió a leerlo en esa lengua, con todas las dificultades que ello supuso para una persona conocedora del catalán pero no familiarizada con el mallorquín. Toda una experiencia que nos transmitió, y a través de la que pudo apreciar la mayor carga emocional que la lengua materna imprime al relato.

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Los ojos del bosque, de Julien Gracq

«Nada en aquella guerra se parecía a las demás; se trataba de un especie de degeneración blanda, un crepúsculo moribundo e indefinidamente prolongado de la paz.»

En esta nueva sesión lectora nos atrevimos con Los ojos del bosque, una novela escrita por el autor francés Julien Gracq. El eje central de la misma es la Segunda Guerra mundial, tema con el que se entrelazan la búsqueda interior del protagonista y el amor, los cuales predominarán a lo largo de toda la trama. Al comenzar la guerra, un joven oficial francés llamado Grange es enviado a un búnker situado en un bosque en el frente de las Ardenas a la espera del avance de las tropas alemanas. Durante los meses de invierno que pasa allí, el falso clima de paz que se crea durante su espera provoca que perciba una profunda sensación de irrealidad aunque se insinúe cierta amenaza y terror, lo cual propiciará que inicie un viaje de búsqueda interior simbolizado por el búnker, durante el cual vivirá en una especie de isla en la que llevará una vida reconciliada y dichosa en la que conocerá el amor, el cual le incita más aún a cortar los lazos con su vida anterior, a regresar a una vida más primitiva y natural. Todo esto se romperá cuando la guerra vuelva a golpearle y tenga que regresar a la realidad.

Julien Gracq siempre pensó que el escritor no debía eclipsar a la obra y se mantuvo consecuente con esta idea. Las entrevistas que concedió fueron muy escasas y no se prodigó por los medios, convirtiéndose en uno de los autores más discretos de su generación. Si a eso le añadimos que Los ojos del bosque fue una obra que permaneció ausente de las estanterías durante varias décadas, nos encontramos con un libro que no ha sido muy analizado de manos de un autor que prefirió pasar desapercibido.  

Pese a ello, se sabe que no solo se dedicó a la escritura, también fue profesor de geografía e historia en diferentes localidades francesas. Debido a su discreción rechazó el premio Goncourt que recibió por su obra maestra El mar de las Sirtes en 1951 así como su nombramiento en la academia francesa al calificar esto como “un abuso de poder”. Falleció en 2007 dejando un considerable legado de novelas, obras de teatro y artículos y siendo considerado uno de los mejores autores de la literatura francesa contemporánea. 

Nuestra reunión de febrero, como ya viene siendo habitual, fue virtual y con Rafa como moderador, quien inició el debate comentando que Julian Gracq es un autor de culto recomendado por escritores como Ricardo Menéndez Salmón, y su novela Los ojos del bosque una obra diferente, muy poética, en la que llama poderosamente la atención la ausencia de acción. Y es que todas estuvimos de acuerdo en que en ella todo lo que sucede ocurre «dentro» del protagonista y se cuenta sin apenas diálogos, de corrido, sin interrupciones, y con una plasticidad que invita a pintar lo leído, donde el paisaje se revela como elemento fundamental, y con un lenguaje muy rico, preciso y muy poético, plagado de metáforas, que en ocasiones abruma y casi obliga a leer diccionario en mano.

La «no acción» de la obra transcurre en los inicios de la II Guerra Mundial, en un período de calma tensa en la que los personajes esperan el momento de entrar en acción frente un enemigo ausente. Un tiempo en el que el protagonista casi únicamente se dedica a observa desde su «balcón en el bosque«, como se recoge en el título original de la obra, mucho más acertado, aunque quizás menos comercial, que la traducción al español «Los ojos del bosque«.

La narración se asemeja a un diario de guerra, mejor de «no guerra», de esa «guerra boba» que nunca ocurrió, donde «todo es tan lento como el caminar de los bueyes en la nieve«, como en otra ocasión escribió Julio Llamazares. Un «no tiempo» de irrealidad, un lapso entre paréntesis donde Grange encuentra el amor en brazos de Mona, una joven cándida, inocente y sin maldad, que lo da todo sin pedir nada a cambio, con la que vive una historia de amor romántica, muy poética e idealizada que nos recuerda a Corín Tellado, y que quizás solo hubiera sido posible en ese paréntesis de irrealidad en el que viven sus protagonistas, en ese período de confinamiento que tanto se parece al que actualmente estamos viviendo, y que nos hace preguntarnos si existió en realidad o todo es fruto de la mente del protagonista, pues solo conocemos lo que ocurre a través de su mirada.

Y el final no podría haber sido de otro modo. Grange, gravemente herido, se niega a irse, a abandonar el refugio donde vive tranquilo, feliz, alejado, quizás alienado… No quiere continuar y se queda solo para morir en paz en unión con la naturaleza. Un final muy de acuerdo con todo el libro, también muy romántico, poético y ensoñador.

La lectura de esta novela, sin embargo, no gustó a todas las integrantes del club de lectura por igual. La ausencia de acción y diálogos no consiguió enganchar a algunas de nosotras, que no encontramos la motivación necesaria para seguir pasando páginas, sin embargo para otras supuso una experiencia enriquecedora y muy gratificante que por su belleza nos recordó a otras novelas admirables como Adios a las armas de Hemingway o La lluvia amarilla de Llamazares, y que nos dejó con ganas de leer más obras de este gran autor.

CLA DE LA CAMOCHA "CON AROMA A CAFÉ"

Una novela palestina para inaugurar el año

Comenzamos 2021 leyendo El azul entre el cielo y el agua de la escritora Susan Abulhawa, una obra que aborda el conflicto palestino-israelí a través de la historia familiar de Nazmiyeh, una mujer que lucha por mantener unida a su familia en los apenas 360 km2 que conforman la Franja de Gaza, desde los primeros enfrentamientos que provocan el éxodo de la población árabe a ese territorio a mediados del siglo XX, hasta la actualidad.

La novela gustó mucho, especialmente por la delicadeza y humanidad con la que se cuenta la historia. Un relato con un trasfondo político muy potente, lleno de detalles autobiográficos que la autora equilibra, dosifica y barniza, huyendo de la objetividad y pasando de puntillas sobre el conflicto (quizás por haberlo vivido en primera persona), porque, creemos, no pretende hacer un tratado histórico, ni dar lecciones de geopolítica, sino centrarse en la ficción familiar de unos personajes que viven y mueren en Gaza, que sufren, que ríen, que sueñan, que esperan, que aman… Lo que para alguna de nosotras esto haya «restado garra» a la novela y la deje «un poco coja».

Y es que, a pesar de la tragedia, Susan Abulhawa escribe una novela de amor y humor, una historia dulce, que rezuma espiritualidad, sobre la vida cotidiana de unas personas asentadas en el primer territorio del mundo convertido en campo de refugiados, en el que desgraciadamente la historia vuelve a repetirse, con otros protagonistas, con otras víctimas y verdugos, y donde vuelven a cometerse las mismas barbaridades. Un territorio en el que la red de túneles excavados en la frontera son vías clandestinas de comunicación y suministro, pero también causa de enfermedad y muerte; y en el que se producen vergonzantes ignominias como convertir el cálculo exacto de calorías del abastecimiento permitido a la población refugiada en cruel arma de tortura.

La novela está bien estructurada, con capítulos muy breves que hacen muy fácil y ágil su lectura, lo que posiblemente también sea mérito de la traductora de la obra.

Es una historia de mujeres -que no para mujeres- con personajes femeninos fuertes y empoderados, como la enérgica y deslenguada Nazmiyeh, que lucha por sus hijos y por mantener unida su familia, o Nur, tan semejante a Mariam, junto a la que ha heredado la disparidad del color de sus ojos, y cuyo mayor deseo es reencontrarse con su familia perdida y volver a su hogar.

Destaca la relación que las mujeres mantienen entre sí. Caracteres fuertes que ríen y lloran juntas, que luchan juntas, y se apoyan las unas a las otras en una suerte de camaradería inquebrantable, en la que también se producen muchos y buenos momentos de intimidad, y en ocasiones divertidas conversaciones subidas de tono, que tanto nos han recordado a las que tradicionalmente se producían en los lavaderos de nuestros pueblos y aldeas.

Los personajes masculinos están más desdibujados, aunque algunos de ellos son verdaderamente entrañables, como el abuelo de Nur, que ama a su nieta hasta el punto de arruinarse por conseguir su tutela, y con la que inicia la «lista de buenas palabras» para conjurar el miedo y la soledad, todo un guiño a la bondad y al saber ver el lado positivo de las cosas; o el tío Santiago, adicto a la heroína, que no es capaz de protegerla del desafecto de su madre y la maldad de su padrastro; o Jaled, el nieto de Nazmiyeh, que una enfermedad lo tiene atrapado entre la vida y la muerte, y que es la voz de la conciencia en esta historia.

Por otra parte, sorprende que la autora no haya desarrollado más los personajes del padre y la madre de Nur, de los que poco conocemos, aunque quizás los detalles no importen demasiado.

La obra rezuma espiritualidad oriental, expresada desde el principio de la novela en ese poema que se repite como un mantra, y simboliza la importancia el aquí y el ahora en la vida de los personajes.

Ese «azul entre el cielo y el agua» es el punto de contacto entre los vivos y los muertos, un limbo atemporal donde se encuentra Jaled, donde mora el recuerdo, un lugar sin sentimientos, semejante al estado catatónico en el que adolece el pueblo palestino.

La novela nos recordó a otras que ya leímos como Mil soles espléndidos o Cometas en el cielo de Khaled Hosseini, El dios de las pequeñas cosas de Arundhati Roy, o incluso La casa de los espíritus de Isabel Allende, por la magia que está presente en muchos momentos de la obra, como en el don que permite a las niñas de la familia ver el aura de las personas, o el poder de Nazmiyeh para convocar al yenn Surimán; aunque la dureza del conflicto en el que viven los personajes aleje esta novela del realismo mágico hispanoamericano y se perciba más como expresión de la espiritualidad oriental.

El azul entre el cielo y el agua es una novela de exilio y desarraigo, de esperanza y resilencia, que habla de la necesidad que tienen las personas de aferrarse a sus raíces y del ansia de encontrar la propia identidad. Y su final no es el final. Las mujeres fijan su mirada en el limbo azul y permanecen, como lo hace el conflicto, que no concluye, que no avanza… Y la vida sigue sin cambios, habitando el territorio de la nada. ¿Habría sido posible otro final? Creemos que cualquier otro no habría estado acorde con la realidad.

Guía de lectura de El azul entre el cielo y el agua

CLA DE LA CAMOCHA "CON AROMA A CAFÉ"

Con Daniel de Hoja de Lata y su «Illska, la maldad»

El pasado 17 de diciembre fue nuestra última sesión del año en la que comentamos Illska, la maldad de Eiríkur Örn Norðdalh. En el encuentro virtual tuvimos la suerte de contar con Diego, de Hoja de Lata, que enriqueció el debate con su punto de vista como editor de la obra.

Traducida del islandés por Enrique Bernárdez, nos enfrentamos -y nunca mejor dicho- a la lectura y debate de una obra compleja cuyos temas centrales son la alteridad y la xenofobia. Iska, la maldad es una novela para entender al otro, para comprender la Europa contemporánea y también la América de Trump, ya que nos habla de como ascendió la extrema derecha en el siglo XX, cómo ocurrió y cómo puede volver a ocurrir, pero sin caer en análisis simplistas, ni en estereotipos fáciles.

La novela gira en torno a la historia de amor protagonizada por dos jóvenes: Agnes y Ómar, que se encuentran una gélida madrugada en el centro de Reikiavik. Ella, obsesionada y estudiando el Holocausto, él, un filólogo que malvive con trabajos precarios. Agnes, también, tiene una aventura con Arnór, un neonazi con unas ideas que la deslumbran y horrorizan a partes iguales. Y es que sus abuelos murieron en 1941 a manos de los nazis en una masacre brutal que redujo a la mitad a los habitantes de la ciudad lituana de Jurbarkas. «Por ello, y por muchas otras razones, Agnes se avergüenza de sentirse atraída por Arnór…»

Sin embargo, nada de esto es lo más importante de esta novela. Illska, La maldad es una extraña y curiosa amalgama de historias que tratan de hacernos reflexionar, presentando muchas más preguntas que respuestas. A lo largo del texto se dan algunas situaciones que nos hacen preguntarnos cuáles son las líneas que delimitan el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto.

Se trata de una obra desconcertante que a veces se lee como un ensayo de lectura ardua que exige disciplina lectora pero con la que se aprende mucho de esa época de nuestra historia reciente. Esto es lo que, por otra parte, la convierte en una novela no apta para todos los públicos, tanto por su temática como por su forma, por su estilo esquemático y gamberro que huye del esquema habitual de desarrollo, nudo y desenlace, en la que se intercalan mil interacciones que por momentos pueden llegar a confundirnos. La estructura va cambiando de manera muy rápida hasta llegar a un estresante final, que a alguna de nosotras llegó a quitar el sueño. Ya la contraportada, todo un acierto por parte de la editorial, es un «aviso a navegantes» que avanza esa lectura incómoda, dura y poco convencional. La obra molesta pero engancha porque es reflejo de los tiempos actuales que estamos viviendo, en los que inocentemente damos por sentadas demasiadas cuestiones, como la democracia, que no lo son tanto. En ella se percibe una clara sensación de frustración, con unos protagonistas que se sienten perdidos, que viven en un estado de continuo de conformidad y pasotismo ante situaciones realmente inquietantes.

Es una novela de relaciones personales, con mucha testosterona y erotismo, y con protagonistas que representan formas de ser actuales, arquetipos fácilmente reconocibles en nuestra sociedad que vagan por la vida sin encontrar el rumbo, con un gran vacío emocional que les lleva a la deriva «cuesta abajo y sin freno», unos personajes con los que el lector/a no llega a identificarse. Pero, no es una novela de amor, de hecho, no se percibe amor en ninguna de las relaciones que en ella se establecen. Solo hay frialdad y desapego, y dependencias perniciosas y tóxicas en las que la pasión irracional sustituye al amor. Y tampoco es una novela histórica. Es una obra que habla no tanto del auge de la ultraderecha como de la barbarie en sí, de vecinos que matan a vecinos, de la maldad. Una novela psicológica dividida en capítulos centrados en cada uno de sus personajes que provoca la reflexión y el cuestionamiento de todo lo que está ocurriendo actualmente en nuestra sociedad. Una «bofetada de realidad» que nos hace pararnos y plantearnos preguntas, que pone en cuestión a los seres humanos y las ideologías imperantes, y que nos hace pensar contra qué tenemos realmente que luchar.

CLA DE LA CAMOCHA "CON AROMA A CAFÉ"

El lector de Julio Verne, en virtual

Episodios de una guerra interminable, de Almudena Grandes

La segunda reunión de nuestro club de lectura después de la tregua del verano en este año tan extraño tuvo que ser nuevamente virtual. Desgraciadamente ya nos estamos acostumbrando a ello. Las pantallas no nos gustan tanto como las reuniones presenciales, pero es mejor esta solución que prescindir de estos encuentros que tanto enriquecen nuestras lecturas. Ademas, si tenemos que destacar algo positivo -sí, incluso situaciones como la que estamos viviendo lo tienen- es, sin duda, lo que hemos mejorado en el uso de la tecnología. ¡Vaya si mejoramos! Nos estamos convirtiendo en verdaderas expertas usuarias de plataformas de videoconferencias, jajaja…

La obra elegida en esta ocasión fue El lector de Julio Verne de Almudena Grandes, uno de los seis Episodios de una guerra interminable que concluirá con Mariano en el Bidasoa, aún por publicar.

Con esta serie la autora pretende contar lo que ocurrió en España durante la posguerra a través de la vida cotidiana en esta terrible época de nuestra historia; y lo hace conjugando con maestría lo real y lo ficticio en una novela muy cercana, que nos llega.

Se trata de una novela de aprendizaje en la que la literatura: las obras de Julio Verne que Nino lee con asombro y avidez, ayudan al protagonista a entender el mundo, y a nosotras como lectoras a empatizar con el personaje, pues nos acercamos a la historia a través de sus ojos de niño, que miran y tratan de entender la vida con esa ingenuidad y desconcierto propio de su infancia, de todas las infancias.

Es una novela muy bien escrita, muy recomendable, en la que solo eliminaríamos, si cabe, el final, la parte en la que se rompe la estructura narrativa y se incluye un apunte histórico, una justificación innecesaria, que desde nuestro punto de vista sobra y no aporta nada.

La elección de esta obra como lectura en nuestro club está relacionada con la inauguración en Gijón de la exposición fotográfica titulada Frente a Frente, una muestra con obras de dos fotógrafos que retrataron la misma sociedad española atrapada por el conflicto de la Guerra Civil desde los dos «frentes»: el nacional de Florentino López “Floro” y el republicano de Constantino Suárez.

La novela supo mantener nuestro interés durante toda su lectura, debido en gran medida a un recurso literario muy efectivo que Almudena Grandes utiliza con maestría: el de ir dejando constantes incógnitas a lo largo de la obra, que te enganchan. Un recurso que puede utilizar porque la narración se realiza en primera persona y desde el futuro: el futuro del niño que vive y cuenta la historia. Y lo hace con la voz y la madurez del adulto en que se convertirá, en un tiempo presente o cercano al presente. Esto es lo que, por otra parte, justifica esa madurez impropia de un niño de 9 años con la que en ocasiones Nino nos sorprende.

En ella se describen las terribles condiciones de vida que la posguerra impuso en la España rural de los pueblos más pequeños del sur, lo que nos trajo a la memoria recuerdos de nuestra propia infancia, como el uso del ladrillo caliente para mantener el calor, que también se utilizó aquí en el norte hasta épocas no tan lejanas.

Destaca la fuerza de muchos de sus personajes, como las valientes mujeres de El Cortijo de las Rubias, o la pareja formada por Sanchís y su esposa. Unos personajes que la autora no define con adjetivos, sino que va caracterizando a partir de sus propias acciones y de un sinfín de pequeños detalles cotidianos que van conformando su personalidad. Se aprecia, igualmente, la sensibilidad para con los vencidos y los que resistieron, como Cenecerro, el fugado, «el maquis» del sur, y quienes como Pepe el Portugués los ayudaron arriesgando sus propias vidas. Y es también un homenaje a todas aquellas maestras republicanas como Elena, que con su labor y el de las Misiones Pedagógicas empoderaron a las niñas.

El lector de Julio Verne es una historia de amor y muerte, de miedo, de horror y también de infancia. De imágenes, con escenas entrañables como la del marido pintando las uñas de los pies a su mujer, o la de aquella fotografía que enviaron al pueblo desde el extranjero las que se fueron. Y también es una historia de sonidos, como los que Nino oye aterrorizado desde su casa cuando torturan a los presos, o el silencio atronador que se produce en el pueblo cuando las mujeres llenan los tendales con ropa negra.

Y el final es el esperado. No podía ser otro en una autora como Almudena Grandes, que siempre trata de huir del maniqueísmo. El encuentro final de Nino con Pepe el Portugués en el partido comunista es un guiño al romanticismo que impregnó la política en algún momento de nuestra historia, pero no quiso otorgar a ninguno de los dos el acta de diputado, lo que aleja de ambos el triunfo político y aporta una solución muy coherente a la historia. Precisamente porque nos quiere lanzar el mensaje de que en España opresores y oprimidos vivían circunstancias parecidas, y unos y otros sentían el terror de saberse sin más escapatoria que la huida en una época en la que el miedo, la desconfianza y el terror dominaban nuestra sociedad. Una de las dos Españas es la que los hace sufrir, como en el poema de Machado.

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

Os dejamos esta guía de lectura sobra Almudena Grandes.

Nos vemos en el siguiente encuentro.